Definición, causas y tratamiento de rotura del ligamento cruzado de la rodilla

Rotura del ligamento cruzado: síntomas, causas y cómo tratarla correctamente

En Squmat sabemos que la rotura del ligamento cruzado es una de las lesiones más frecuentes (y temidas) de la rodilla, especialmente entre deportistas y personas activas.

Se trata de un desgarro parcial o completo de uno de los ligamentos que estabilizan la articulación y conectan el fémur con la tibia. En la mayoría de los casos afecta al ligamento cruzado anterior (LCA), aunque también puede comprometer el ligamento cruzado posterior (LCP).

Pero, más allá del dolor y la limitación funcional, esta lesión deportiva supone un reto importante en el proceso de recuperación. Sin un tratamiento adecuado, puede derivar en inestabilidad crónica, pérdida de rendimiento e incluso artrosis precoz.

Por eso, es fundamental saber cómo identificarla, qué la provoca y cuál es el tratamiento más eficaz, y de eso hablaremos en este artículo.

Causas de la rotura del ligamento cruzado

Por lo general, la rotura del ligamento cruzado se produce cuando la rodilla realiza un movimiento que supera la resistencia del ligamento.

Una de las causas son los cambios repentinos de dirección o los giros rápidos sobre una sola pierna, muy habituales en deportes como el fútbol, el baloncesto o el tenis. Esto está muy relacionado con las frenadas súbitas durante la carrera, sobre todo cuando se detiene de golpe el cuerpo con el peso apoyado en una sola pierna.

Por otra parte, los aterrizajes incorrectos tras un salto también pueden provocar el desgarro, ya que una mala técnica al caer provoca una tensión excesiva en el ligamento, que termina rompiéndose.

Además, los impactos directos y fuertes en la rodilla, comunes en deportes de contacto o en accidentes, y los desequilibrios musculares o una mala alineación articular aumentan considerablemente el riesgo de sufrir este tipo de lesión.

No obstante, aunque esta complicación suele asociarse a la actividad deportiva, lo cierto es que también puede ocurrir en la vida cotidiana: un golpe, una caída por las escaleras o un tropiezo en la calle pueden bastar para provocar una rotura.

Síntomas de la lesión

Como cualquier lesión, la rotura del ligamento cruzado trae consigo una serie de síntomas, los cuales tenemos que saber identificar lo antes posible:

  • Sensación de chasquido o “pop” en el momento de la lesión: muchas personas describen haber escuchado o sentido un pequeño estallido dentro de la rodilla.
  • Dolor agudo e inflamación rápida: la articulación se hincha considerablemente en las primeras horas debido al sangrado interno.
  • Inestabilidad y pérdida de fuerza: es frecuente que la rodilla “ceda” o dé la sensación de no poder sostener el peso del cuerpo.
  • Dificultad para caminar o apoyar la pierna lesionada: la movilidad se ve reducida y cualquier intento de movimiento resulta doloroso.
  • Rigidez articular y pérdida del rango de movimiento: en las horas y días posteriores, doblar o estirar completamente la rodilla se vuelve complicado o imposible.

Ante la presencia de estos síntomas, hay que acudir cuanto antes a un fisioterapeuta o traumatólogo especializado. Un diagnóstico precoz, a través de exploración clínica y pruebas de imagen como la resonancia magnética, mejora el pronóstico y permite planificar el tratamiento más adecuado desde el inicio.

Factores que aumentan el riesgo de sufrir una rotura de ligamento cruzado

Al igual que ocurre con otro tipo de lesiones deportivas como los desgarros musculares, no todas las personas tienen el mismo riesgo de sufrir una rotura del ligamento cruzado, pues existen factores que aumentan las probabilidades de que surja.

En primer lugar, la práctica de deportes con giros, saltos o cambios de ritmo intensos, como el fútbol, el balonmano, el rugby, el esquí o el baloncesto, supone una exigencia elevada para la articulación de la rodilla, lo que los convierte en actividades especialmente lesivas para el LCA.

Además, la falta de fuerza en los músculos estabilizadores, como los cuádriceps, los isquiotibiales o los glúteos, reduce el soporte articular y deja la rodilla más expuesta a movimientos bruscos.

A esto se suman los posibles desequilibrios musculares o déficits de control motor, que dificultan el mantenimiento de una alineación adecuada durante el ejercicio y aumentan el riesgo de gestos inestables.

Por otro lado, haber sufrido lesiones previas en la rodilla también incrementa las probabilidades de recaída, especialmente si la rehabilitación no fue completa o se retomó la actividad demasiado pronto.

Finalmente, el uso de un calzado inadecuado o la práctica deportiva sobre superficies irregulares puede favorecer movimientos forzados o giros bruscos que comprometen la integridad del ligamento.

Conocer estos factores permite establecer una serie de medidas preventivas para reducir al máximo el riesgo de lesión, especialmente en deportistas o personas con mayor predisposición.

Tratamiento de la lesión del ligamento cruzado de la rodilla

Cómo prevenir este tipo de lesión

Prevenir una rotura del ligamento cruzado es posible con hábitos adecuados, una buena técnica y un entrenamiento específico. Algunas recomendaciones son:

  • Entrenamiento de fuerza y estabilidad articular: trabajar cuádriceps, isquiotibiales, glúteos y core mejora la absorción de impactos y protege la rodilla.
  • Mejorar el equilibrio y la propiocepción: ejercicios con superficies inestables o trabajo unipodal ayudan al cuerpo a reaccionar mejor ante movimientos imprevistos.
  • Aprender la técnica correcta de salto y aterrizaje: doblar las rodillas y mantener la alineación de las piernas reduce el riesgo de sobrecarga.
  • Calentar de forma completa antes de entrenar: preparar músculos y articulaciones disminuye el riesgo de lesiones repentinas.
  • Revisar y corregir desequilibrios musculares o limitaciones de movilidad: con ayuda de un fisioterapeuta, se pueden identificar y tratar factores de riesgo antes de que causen una lesión.

La prevención, además de disminuir la probabilidad de sufrir una rotura, también mejora el rendimiento deportivo y la eficiencia del movimiento.

Cómo debe tratarse la rotura de ligamento cruzado

Vistos ya las causas, los síntomas y los factores de riesgo, lo siguiente es saber cómo se trata la rotura del ligamento cruzado, el cual dependerá del tipo de lesión, la edad del paciente, su nivel de actividad y sus objetivos.

Podemos distinguir entre el tratamiento conservador, es decir, sin cirugía, y el tratamiento quirúrgico.

Tratamiento conservador

En roturas parciales o en pacientes con menor demanda física, lo normal es adoptar un enfoque no quirúrgico basado en:

  1. Fisioterapia personalizada: centrada en reducir la inflamación, recuperar el rango de movimiento y fortalecer la musculatura.
  2. Entrenamiento de estabilidad y control motor: esencial para compensar la función del ligamento dañado.
  3. Reeducación de la marcha y del patrón de movimiento: para evitar sobrecargas y prevenir nuevas lesiones.

Esta forma de tratamiento puede ser suficiente para volver a una vida activa sin necesidad de cirugía.

Tratamiento quirúrgico

En roturas completas o en personas que desean volver a practicar deportes exigentes, la opción más recomendada suele ser la reconstrucción del ligamento mediante cirugía. Tras la operación, el proceso incluye varias fases:

  1. Fase inicial (0-3 semanas): control del dolor e inflamación, movilidad pasiva y activación muscular suave.
  2. Fase intermedia (3-12 semanas): recuperación progresiva del rango de movimiento, fuerza y equilibrio.
  3. Fase avanzada (3-6 meses): readaptación funcional con ejercicios específicos y trabajo de agilidad.
  4. Vuelta al deporte (6-9 meses): entrenamiento progresivo bajo supervisión profesional.

En todas las etapas, el papel de la fisioterapia y la readaptación deportiva especializada es fundamental para asegurar una recuperación completa, reducir el riesgo de recaídas y volver a la actividad con total confianza en uno mismo.

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